¿Puede ser Intel el nuevo Kodak? Auge y caída de la marca omnipresente en los PC

  • Cincuenta años después de su fundación, ninguna otra compañía puede producir un microprocesador mejor y más rápido, pero quizás eso no es suficiente
Los procesadores de Intel están presentes en la mayor parte de ordenadores. / Pexels
Los procesadores de Intel están presentes en la mayor parte de ordenadores. / Pexels

Mira tú ordenador. Muy probablemente tenga una pegatina con la famosa frase: “Intel inside”. La compañía, que acaba de cumplir 50 años de vida, es el mayor fabricante de circuitos integrados del mundo y sus procesadores están presente en la mayor parte de ordenadores, pero, aunque sus beneficios siguen siendo millonarios, se enfrenta a un gran reto. Uno parecido al que se enfrentaron grandes empresas como Kodak o Blockbuster, que no es otro que saber adaptarse a los tiempos.

Como explica el profesor de la IMD Business School Howad Yu en The Conversation, fue Andy Grove (1936-2016), el tercer empleado de la compañía y CEO de esta en los años 80, el que llevó a la empresa a acaparar por completo el mercado de los procesadores para PC.

Grove reorientó el negocio, dejando de fabricar chips de memoria para los grandes ordenadores centrales y se dedicó a fabricar microprocesadores para los nuevos ordenadores personales. Impulsada por un acuerdo con IBM para poner los procesadores Intel en todos sus PC, la compañía proporcionó a Silicon Valley una de sus tecnologías más esenciales y se hizo conocida en todo el mundo.

Como explica Yu, cincuenta años después de su fundación, ninguna otra compañía puede producir un microprocesador mejor y más rápido. Intel no deja de mejorar sus chips, que siguen siendo indispensables en la gran mayoría de los ordenadores. El problema, que Intel no ha sabido (o querido) reconocer, es que quizás el futuro no pasa por tener más y mejores ordenadores.

La gran oportunidad perdida

Inmediatamente después de que Intel firmara con Apple el acuerdo por el que sus microprocesadores estuvieran presente en los ordenadores Mac, Steve Jobs solicitó otro chip para su proyecto de teléfono móvil, el que sería pronto el superexitoso iPhone. Aunque la empresa era consciente de que los móviles necesitarían procesadores subestimo la importancia de este mercado. El precio que Jobs estaba ofreciendo estaba por debajo de su costo previsto y decidieron rechazar el acuerdo.

Fue un inmenso error. Apple no tuvo más remedio que construir sus propios conjuntos de chips mediante tecnologías licenciadas por ARM, una compañía británica controlada por intereses japoneses. “Si Apple y su iPhone hubieran sido los únicos competidores, Intel podría haberse adaptado gradualmente”, explica Yu. “Pero Google entró poco después con Android, un sistema operativo gratuito que adoptaron Samsung, Huawei y HTC. Qualcomm, Nvidia y Texas Instruments, todos con licencia de ARM, se convirtieron en los proveedores recurrentes de los fabricantes de dispositivos de bajo consumo de energía y costo”.

Intel perdió por completo el tren de los teléfonos móviles. La tecnología basada en diseños de ARM está presente hoy en el 95% de los smartphones.

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Intel es la multinacional más comprometida del mundo, según Forbes. / Intel

Una nueva oportunidad

Perdida por completo la carrera de los teléfonos móviles, el nuevo gran desafío de Intel es colocar sus productos en lo que promete ser la próxima gran revolución tecnológica: los coches autónomos. Estos vehículos no dejan de ser ordenadores con ruedas, e Intel tiene claro que esta es su oportunidad. El pasado marzo compró la compañía israelí Mobileye, que fabrica tecnología de visión digital, por 15.300 millones de dólares, y está dispuesta a invertir a lo grande en hacerse con el mercado.

Pero como apunta Yu, pueden encontrarse con un gran problema: “Todo lo que Intel ha hecho en los últimos 50 años está orientado a los microchips de uso general y de gama alta. Su modelo integrado, donde la compañía diseña y fabrica sus procesadores, significa que absorbe una enorme cantidad de costos fijos, tanto en investigación como en diseño y fabricación.

“La única forma de compensar estos costes es vender un gran volumen de dispositivos con altos márgenes”, prosigue el profesor. “El resultado es que la empresa está obsesionada con el progreso tecnológico, pero tiene un modelo de negocio rígido que limita lo que puede y no puede hacer. Hay un monstruo dentro de Intel con un apetito feroz”.

¿Qué pasará si los coches autónomos no requieren el tipo de procesadores que quiere vender Intel? En la ciudad china de Shenzhen, el gigante de las telecomunicaciones Huawei está instalando red de 5G en todas las infraestructuras. Eso podría hacer que los coches autónomos no necesitaran una gran capacidad de computación, pues la información se podría obtener de la red. En este caso los fabricantes de coches no necesitarían comprar a Intel sus maravillosos procesadores, más que ordenadores con ruedas podrían ser móviles con ruedas.

Las grandes compañías que se fueron a pique por el cambio total de su negocio eran conscientes de que no podían seguir haciendo lo que hacían, pero su modelo de negocio era tan rígido que fueron incapaces de evolucionar. “Grove dijo un día que “solo los paranoicos sobreviven”, concluye Yu. “Puede que tuviera razón”.

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